La Fiebre del Baile de 1518: La Inexplicable Epidemia que Sacudió Estrasburgo
En el bochornoso verano de 1518, las calles de Estrasburgo fueron testigos de uno de los episodios más extraños y aterradores de la historia europea. Todo comenzó con una sola mujer. En una plaza tranquila, una mujer llamada Elara comenzó a bailar. No era una danza de celebración; sus movimientos eran convulsos, como los de una marioneta manejada por una fuerza invisible y cruel.
Este fue el inicio de la llamada «Plaga de Baile», un fenómeno que desafía toda explicación lógica hasta el día de hoy.
Un Contagio Silencioso
Elara no se detenía. Bailaba sin descanso, sin beber y sin comer, con los pies ensangrentados sobre el pavimento. Al principio, los ciudadanos se congregaron a su alrededor, pero no había alegría en sus miradas, sino un miedo que crecía con cada hora que pasaba. Lo que comenzó con una persona, pronto se convirtió en una multitud. En cuestión de días, decenas de personas se habían unido a la danza, moviéndose al compás de un ritmo silencioso y enloquecedor que solo ellos parecían oír. La plaza se transformó en una masa de cuerpos retorciéndose en un baile sin fin.
Una Cura Peor que la Enfermedad
Ante la creciente alarma, los magistrados de la ciudad buscaron el consejo de los médicos. Su diagnóstico, basado en las creencias de la época, fue que la plaga era una enfermedad de «sangre caliente». La solución que propusieron fue radical: los afectados debían seguir bailando para expulsar la fiebre de sus cuerpos.
Siguiendo esta recomendación, las autoridades tomaron medidas extraordinarias. Despejaron los salones de los gremios y llegaron a contratar músicos para que acompañaran a los danzantes, en un intento desesperado por transformar la epidemia en una especie de fiesta controlada. El resultado fue catastrófico. La música pareció avivar el frenesí, y los cuerpos de los bailarines, llevados más allá de sus límites, comenzaron a fallar. Muchos se desplomaron y murieron a causa de infartos, derrames cerebrales y puro agotamiento. La alegre música contrastaba macabramente con los sonidos del sufrimiento.
El Misterio que Perdura
Al ver que la cura médica solo empeoraba la situación, la perspectiva se volvió espiritual. Figuras como el hermano Matthias intervinieron, no para ofrecer remedios, sino para dar consuelo y la extremaunción a los moribundos. Finalmente, las autoridades revocaron su decisión. La música cesó y los pocos supervivientes fueron llevados a un santuario en las montañas con la esperanza de una intervención divina.
La plaga de baile se desvaneció tan misteriosamente como había llegado, dejando tras de sí un silencio pesado y un trauma imborrable en el alma de la ciudad. ¿Qué la causó? A día de hoy, no hay una respuesta definitiva. Las teorías van desde el envenenamiento por cornezuelo (un hongo que crece en el centeno y puede causar espasmos y alucinaciones) hasta un caso extremo de histeria colectiva, posiblemente desencadenada por la hambruna y las enfermedades que asolaban la región.
Fue una fiebre, una maldición, una extraña oración sin respuesta que se manifestó como una danza al borde de la tumba.


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