El Crimen de la Calle Fuencarral: El Primer Circo Mediático de España

El Madrid de finales del siglo diecinueve se vio sacudido por un suceso que trascendió la crónica de sucesos para convertirse en un fenómeno social. El caso del número ciento nueve de la calle Fuencarral no solo fue un asesinato brutal, sino que inauguró la era del «True Crime» mediático en el país, dividiendo a la opinión pública en un debate que, en cierto modo, nunca se ha cerrado.

El Incendio que Ocultaba un Asesinato

Todo comenzó la noche del dos de julio de mil ochocientos ochenta y ocho. Un incendio en un piso de la céntrica calle Fuencarral alertó a los vecinos. El denso humo y un penetrante olor a petróleo hicieron que los bomberos tuvieran que actuar con rapidez.

Tras forzar la puerta, encontraron el cuerpo carbonizado de la propietaria, Luciana Borcino, una viuda de buena posición económica. Sin embargo, la investigación forense no tardó en revelar una verdad mucho más siniestra: el fuego había sido un intento de encubrimiento. Luciana no había muerto por asfixia; su cuerpo presentaba múltiples puñaladas.

Dos Sospechosos, Dos Versiones

La Guardia Civil centró sus sospechas en las dos personas más cercanas a la víctima que se encontraban en la casa.

La primera era la criada, Higinia Balaguer. Fue detenida de inmediato. Su testimonio fue confuso y lleno de contradicciones, lo que la convirtió en la principal sospechosa para los investigadores.

Sin embargo, Higinia no tardó en lanzar una acusación directa contra la otra figura clave del caso: José Vázquez Varela, el hijo de la víctima. Vázquez Varela era un personaje conocido en los círculos madrileños por su vida disoluta, sus deudas de juego y su fama de «vividor». Según Higinia, él era el verdadero responsable del crimen, motivado por la herencia.

El Juicio que Paralizó un País

El caso explotó en la prensa. Los periódicos de la época tomaron partido de forma vehemente, publicando cada detalle, rumor y declaración. La sociedad española se dividió en dos bandos: los «higinistas», que creían en la inocencia de la criada y veían en ella a una víctima de un sistema corrupto, y los «joseístas», que la consideraban una asesina calculadora.

El juicio se convirtió en un espectáculo sin precedentes. Las acusaciones cruzadas entre Higinia y José dominaron las sesiones. La falta de pruebas concluyentes y la enorme presión mediática complicaron el proceso.

Finalmente, el tribunal emitió su veredicto. A pesar de las serias dudas que rodeaban la implicación del hijo, Higinia Balagaguer fue declarada culpable y condenada a muerte. Fue ejecutada mediante garrote vil, manteniendo su inocencia hasta el último aliento. José Vázquez Varela fue absuelto y puesto en libertad. Más de un siglo después, el crimen de la calle Fuencarral sigue siendo un caso abierto en la memoria popular, un símbolo de la duda y de cómo la opinión pública puede moldear la justicia.