Catalina Lercaro: La Novia Fantasma del Museo de Tenerife
En el corazón de San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, se erige un edificio imponente: la Casa Lercaro. Lo que hoy funciona como el Museo de Historia y Antropología de la isla, fue durante siglos el hogar de una de las familias de comerciantes más influyentes, y también el escenario de una tragedia que ha trascendido el tiempo.
Una Boda Forzada
La historia se sitúa entre los siglos dieciséis y diecisiete. Los Lercaro, una poderosa familia de comerciantes originarios de Génova, amasaron una gran fortuna en la isla. Su hija, Catalina Lercaro, creció rodeada de lujos, pero también sometida a las estrictas normas de la época.
Como era costumbre entre las familias nobles, el padre de Catalina concertó su matrimonio con un hombre mucho mayor que ella. Este enlace, puramente de conveniencia, buscaba consolidar el poder y la riqueza de la familia. Para Catalina, sin embargo, significaba un futuro que no estaba dispuesta a aceptar.
El Salto al Pozo
La desesperación de Catalina alcanzó su punto límite el mismo día fijado para la boda. Mientras los invitados y el novio la esperaban, la joven, ataviada ya con su vestido de novia, tomó una decisión drástica.
Según la leyenda, Catalina corrió por las galerías de la mansión, atravesó el patio principal y, sin dudarlo, se arrojó al fondo del pozo de la casa, poniendo fin a su vida y a su matrimonio forzado.
El Misterio del Cuerpo y el Pozo Sellado
La tragedia se convirtió rápidamente en un escándalo. La familia Lercaro, enfrentada a la vergüenza del suicidio —un pecado grave en la época que impedía el entierro en camposanto—, intentó ocultar lo sucedido. La leyenda sostiene que el cuerpo de Catalina nunca pudo ser recuperado del pozo.
En un intento por sellar el oscuro secreto, la familia ordenó tapiar la boca del pozo. Se cree que los Lercaro se mudaron poco después a su otra residencia en La Orotava, incapaces de convivir con el recuerdo de la tragedia.
Los Ecos de Catalina en el Museo
Siglos después, la Casa Lercaro se convirtió en la sede del museo. Sin embargo, el personal que trabaja diariamente entre sus muros afirma que la mansión no está vacía. Los fenómenos inexplicables son una constante.
Se reportan con frecuencia pasos que resuenan en la planta alta, donde se supone estaban los aposentos de Catalina. Puertas que se cierran solas y una sensación palpable de tristeza en ciertas estancias son habituales.
Pero el fenómeno más inquietante ocurre en el patio, junto al pozo sellado. Varios testigos, incluyendo personal de seguridad nocturno, aseguran haber escuchado nítidamente el sonido de agua corriendo o un chapoteo, como si algo cayera en el agua, proveniente del interior de la estructura tapiada. Ocasionalmente, algunos visitantes afirman haber visto la figura etérea de una mujer vestida de novia, que se desvanece al ser observada.


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