El Trasgu: El Duende Caótico del Hogar Asturiano

En los valles y montañas de Asturias, y también en regiones vecinas como Cantabria o León, las historias de fantasmas palidecen ante una presencia mucho más tangible y molesta: el Trasgu. No es un espíritu ni un demonio, sino una criatura mitológica, un duende doméstico cuya existencia se mide por el caos que provoca en el hogar que decide habitar.

¿Quién es y Cómo Reconocerlo?

Según la tradición oral, el Trasgu es una figura diminuta, a menudo descrita como un hombrecillo o un diablillo con una cojera notable en su pierna derecha. Viste ropas raídas y un característico gorro rojo puntiagudo. Sin embargo, su rasgo físico más definitorio, y su perdición, es un agujero que atraviesa la palma de su mano izquierda.

Su naturaleza no es intrínsecamente malvada, sino caótica. Es un poltergeist mitológico, un ser que disfruta de la frustración humana. Su actividad es casi siempre nocturna. Cuando la familia duerme, el Trasgu empieza su jornada: cambia el azúcar por la sal, esconde las llaves, rompe platos, desordena las herramientas, abre ventanas en pleno invierno y, en las cuadras, se dedica a trenzar las crines del ganado hasta el amanecer, agotando a los animales.

El Problema de Deshacerse del Trasgu

La presencia del Trasgu es una verdadera maldición. No se le puede atrapar y no responde a amenazas. La solución más obvia, mudarse de casa, es inútil.

La leyenda es clara en este punto: si una familia decide abandonar su hogar para huir de él, el Trasgu esperará pacientemente. Cuando la familia está cargando el último carro o furgoneta, el duende se esconderá en el último cesto o caja. Al llegar al nuevo destino, se dejará oír con una risa burlona, diciendo la famosa frase: «Ya estamos todos, ¿cuándo descargamos?». Está atado a la familia, no a la casa.

La Tarea Imposible: El Orgullo y la Mano Agujereada

Dado que no se le puede expulsar por la fuerza ni huir de él, la única manera de vencer al Trasgu es atacar su orgullo. El duende es arrogante y no puede rechazar un desafío.

Para librarse de él, se le debe ordenar una tarea que, debido a su defecto físico, le resulte imposible de completar. El método más conocido consiste en esparcir un puñado de granos (maíz, mijo, lino o arroz) por el suelo de la cocina y ordenarle que los recoja todos antes del amanecer.

El Trasgu, orgulloso, acepta el reto. Pero al intentar recoger los diminutos granos, estos se escurren inevitablemente una y otra vez por el agujero de su mano izquierda. Pasa toda la noche en un ciclo de frustración, incapaz de cumplir la tarea. Al amanecer, la humillación de su fracaso es tan intensa que abandona la casa para siempre, buscando un nuevo hogar donde no haya sido puesto en evidencia.

Otras leyendas hablan de tareas similares, como traer agua del río en un cesto de mimbre o poner a blanquear la piel de un carnero negro. El resultado es el mismo: el fracaso hiere su orgullo y provoca su huida. Esta figura del folclore asturiano sigue siendo hoy un recordatorio de que, a veces, el caos en el hogar tiene una explicación mucho más antigua que el simple despiste.