El Evento de Tunguska: La Explosión que Arrasó Siberia sin Dejar Rastro
El treinta de junio de mil novecientos ocho, en una remota y deshabitada región de Siberia, cerca del río Podkamennaya Tunguska, la Tierra fue testigo de la explosión más poderosa de la historia moderna. Fue un evento de proporciones cósmicas que, más de un siglo después, sigue envuelto en un profundo misterio.
Una Columna de Fuego Azul
Esa mañana, los pastores y cazadores locales de la etnia Evenki, dispersos por la vasta taiga, vieron algo que desafiaba toda descripción. Una bola de fuego cegadora, descrita por algunos como una «columna de fuego azul», cruzó el cielo a gran velocidad.
Segundos después, se produjo una detonación ensordecedora. La onda de choque fue tan brutal que arrasó instantáneamente más de dos mil kilómetros cuadrados de bosque, derribando unos ochenta millones de árboles. La explosión, estimada en mil veces la potencia de la bomba atómica de Hiroshima, se registró en estaciones sísmicas de todo el mundo. Rompió ventanas y derribó a personas a más de seiscientos kilómetros de distancia. Durante varias noches posteriores, los cielos de Asia y Europa permanecieron tan iluminados que se podía leer el periódico en plena noche.
La Búsqueda del Cráter Inexistente
Debido al aislamiento extremo de la región y a los conflictos políticos que pronto consumirían a Rusia (la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa), la primera expedición científica no pudo llegar al «punto cero» hasta mil novecientos veintisiete.
El mineralogista Leonid Kulik, que lideró la expedición, esperaba encontrar un cráter de impacto colosal, el lecho de un meteorito gigantesco. Lo que encontró fue aún más desconcertante.
Kulik descubrió un área de devastación absoluta con un patrón radial perfecto. Todos los árboles estaban caídos apuntando hacia afuera desde un epicentro. Sin embargo, en ese epicentro no había nada. No había cráter. No había restos de un meteorito. Ni un solo fragmento, ni una sola roca extraterrestre. La explosión que había derribado un bosque del tamaño de una gran ciudad no había dejado ninguna huella de impacto.
Las Teorías del Misterio de Tunguska
La ausencia de un cráter ha alimentado décadas de debate científico y especulación. La teoría más aceptada hoy en día es la de un «bólido aéreo».
Se cree que un cuerpo cósmico, probablemente un pequeño cometa (compuesto de hielo y polvo) o un asteroide rocoso, entró en la atmósfera a una velocidad inmensa. La fricción y la presión atmosférica hicieron que el objeto se sobrecalentara y explotara violentamente en el aire, a una altitud de entre cinco y diez kilómetros, antes de tocar el suelo. El hielo y el polvo se habrían desintegrado y vaporizado por completo, explicando la falta de restos.
A lo largo de los años, han surgido otras hipótesis, desde las científicas (un encuentro con un fragmento de materia oscura o antimateria) hasta las más exóticas, como un experimento fallido de Nikola Tesla con su Torre Wardenclyffe o incluso el accidente de una nave de origen desconocido.


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