Abuín: La Aldea Maldita de Galicia y el Tesoro que Nadie se Atreve a Buscar
En el corazón de los frondosos bosques del municipio de Rianxo (La Coruña), el tiempo parece haberse detenido. Allí, devoradas por el musgo y el silencio, se encuentran las ruinas de Abuín, una pequeña aldea de la que todos sus habitantes huyeron entre los siglos XIV y XVI para no regresar jamás. Lo que dejaron atrás no fue solo un puñado de casas de piedra, sino una de las leyendas más oscuras y persistentes de Galicia.
La Leyenda del Tesoro Maldito
La tradición popular cuenta una historia nacida de la más profunda desesperación. Una terrible hambruna, acompañada de enfermedades, asolaba la región. Los habitantes de Abuín, viéndose sin escapatoria, fijaron su única esperanza en el cercano monasterio de Armenteira, donde se rumoreaba que los monjes custodiaban un fabuloso tesoro.
Consumidos por el hambre, un grupo de aldeanos asaltó el monasterio y se hizo con el botín. A su regreso, entregaron los objetos sagrados al sacerdote del pueblo, esperando que su bendición aplacara la ira divina por el sacrilegio cometido. Sin embargo, el efecto fue el contrario. A la mañana siguiente, el sacerdote fue encontrado muerto. Pronto, una extraña y letal plaga comenzó a llevarse al resto de los habitantes. Convencidos de que habían desatado una maldición, los supervivientes huyeron aterrorizados, abandonando todo lo que poseían.
La Sombra de la Peste Negra
Aunque la leyenda de la maldición ha perdurado durante siglos, los historiadores ofrecen una explicación más terrenal, aunque no menos aterradora. La época del abandono de Abuín coincide con la devastadora llegada de la Peste Negra a Europa. Es muy probable que la enfermedad llegara a la aldea, y que sus habitantes, sumidos en la superstición de la época, interpretaran la epidemia como un castigo divino por el robo cometido en el monasterio. Esta teoría daría sentido a la repentina ola de muertes y a la huida masiva.
Advertencias Grabadas en Piedra
Uno de los vestigios más inquietantes de Abuín son las cruces que todavía hoy pueden verse grabadas en las piedras de algunas casas. Lejos de ser un simple símbolo de fe, la leyenda asegura que fueron talladas por los últimos aldeanos antes de huir, como una advertencia desesperada para que nadie se atreviera a entrar en aquel lugar condenado por el mal que ellos mismos habían despertado.
El misterio final es el paradero del tesoro. Se dice que el sacerdote, antes de morir, lo ocultó en algún lugar de la aldea. Entre sus piezas se encontraba, supuestamente, un cáliz de oro que ahora es el centro de la leyenda: quien lo encuentre, no solo se hará con el tesoro, sino que heredará la terrible maldición de Abuín. Quizás, por esa razón, es mejor que algunos secretos sigan enterrados.


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