Los Oyentes Silenciosos: La Maldición Escondida en una App de Segunda Mano

 

En la era digital, los mercadillos de pulgas han sido reemplazados por aplicaciones como Wallapop, catálogos infinitos donde lo mundano se mezcla con lo peculiar. Es un pasatiempo para muchos, una búsqueda de tesoros olvidados. Pero a veces, entre bicicletas estáticas y muebles viejos, se encuentra algo que nunca debió ser vendido. Este es el relato de una de esas compras: una radio de cinco euros que no emitía sonido, pero que escuchaba con una atención aterradora.

 

El Silencio que Contiene la Respiración

 

Todo comenzó con un anuncio que habría pasado desapercibido para la mayoría: «Vendo radio antigua. Nunca ha funcionado. Solo escucha». La curiosidad pudo más que el sentido común. La radio, un pesado armatoste de madera y latón, era tal y como se describía. No tenía cable de alimentación y era completamente inerte. No había estática, ni zumbidos, ni el más leve susurro. Solo un silencio denso, casi físico, como el de una habitación justo antes de que algo terrible suceda.

 

Cuidado con lo que Deseas en Voz Alta

 

Durante semanas, la radio fue un simple objeto decorativo. Hasta una tarde de frustración, en la que su nuevo dueño se quejó en voz alta de sus problemas económicos, terminando con un deseo lanzado al aire: «Ojalá me cayera dinero del cielo». Al día siguiente, un golpe seco en el balcón reveló una escena insólita: un nido de urraca se había desplomado y en su interior, una colección de joyas y objetos brillantes, evidentemente robados.

La coincidencia era demasiado extraña para ser ignorada. Comenzó un periodo de experimentación. Una noche, un susurro a la radio sobre el odio al tráfico matutino. A la mañana siguiente, las noticias informaban de un accidente múltiple en la autopista principal, una tragedia que, irónicamente, había dejado la ruta completamente despejada. Fue entonces cuando la euforia se transformó en un miedo helado. La radio no concedía deseos de forma benévola; era un ejecutor literal y siniestro. Escuchaba los anhelos y los materializaba a través del camino más corto y, a menudo, más cruel posible, sin importarle las consecuencias.

 

Una Maldición que Vuelve a Casa

 

La decisión fue inmediata: había que deshacerse de ella. Pero el objeto parecía tener voluntad propia. No tenía enchufe que desconectar. Un intento de destrozarla con un martillo resultó en un rebote violento que casi causa una lesión grave. El silencio de la radio parecía ahora una burla consciente.

Desesperado, su dueño la metió en una caja, condujo hasta un bosque lejano y la abandonó. Sintió un alivio efímero, que se hizo añicos esa misma noche al encontrar la radio de nuevo sobre su mesilla de noche, cubierta de rocío y hojas, como si hubiera caminado de vuelta a casa. Estaba claro: él no había elegido la radio. La radio lo había elegido a él.

 

La Red de los Oyentes Silenciosos

 

Obsesionado, buscó el anuncio original en Wallapop, pero tanto el perfil del vendedor como la publicación se habían esfumado. Sin embargo, su búsqueda le llevó a descubrir otros anuncios, patrones sutiles pero idénticos: un teléfono antiguo que «solo recibe», un espejo que «nunca ha reflejado», una cámara de fotos que «no captura imágenes».

Comprendió que no estaba solo. Había tropezado con una categoría de objetos malditos, quizás antiguos, que se camuflan entre la chatarra del mundo moderno: «Los Oyentes Silenciosos». Artefactos que no cumplen su función original, sino que han desarrollado una nueva y parasitaria: escuchar a sus dueños.

Ahora, la vida de esta persona es una prisión autoimpuesta. Cada palabra es medida, cada pensamiento fugaz de frustración es reprimido por miedo a que el oyente silencioso que vive en su casa lo escuche y decida, una vez más, concederle un deseo.