La Verdadera Historia de Enriqueta Martí: La Vampira del Raval
A principios del siglo veinte, Barcelona era un hervidero de contrastes. Mientras la burguesía construía palacetes modernistas, los barrios obreros como el Raval se hundían en la pobreza y la insalubridad. En este escenario de luces y sombras, surgió una de las figuras más aterradoras de la crónica negra española: Enriqueta Martí, conocida por la posteridad como «La Vampira del Raval».
La Doble Cara de la Mendiga
Para el mundo, Enriqueta Martí era solo una anciana más que deambulaba por las calles pidiendo caridad. Su aspecto frágil y empobrecido era la máscara perfecta para ocultar una actividad siniestra que alimentaba el pánico entre las familias más humildes de la ciudad. Durante años, las desapariciones de niños se convirtieron en una trágica constante, un miedo susurrado en los callejones al que nadie lograba poner rostro. Nadie podía imaginar que la responsable era aquella mujer aparentemente inofensiva.
Un Negocio Basado en el Horror
Detrás de la fachada, Enriqueta dirigía un negocio macabro. Secuestraba niños, no solo para forzarlos a la prostitución, sino para asesinarlos y utilizar sus restos como ingredientes principales en la elaboración de pócimas y ungüentos. En su piso de la calle Ponent, la sangre, la grasa y los huesos de sus inocentes víctimas se transformaban en supuestos remedios contra la tuberculosis y otros elixires que prometían la eterna juventud.
Lo más perturbador era su lista de clientes. Miembros de la alta sociedad barcelonesa, desesperados por curar sus males y desafiar a la muerte, pagaban sumas exorbitantes por estos brebajes, financiando sin saberlo (o sin querer saberlo) un ciclo de secuestros y asesinatos.
El Descubrimiento y el Legado
El fin de su terrorífico reinado llegó en mil novecientos doce. Una vecina, alertada por los llantos de una niña, decidió avisar a las autoridades. Cuando la policía forzó la entrada al domicilio de Enriqueta, se encontró con una escena dantesca. Restos humanos, huesos infantiles y frascos con preparados de origen desconocido estaban esparcidos por la vivienda. Junto a todo ello, encontraron a dos niñas que habían sido secuestradas, Teresita y Angelita, quienes afortunadamente seguían con vida.
El juicio mediático fue inmediato. La prensa la bautizó como «La Vampira del Raval», y su historia se grabó a fuego en la memoria colectiva de la ciudad. Aunque nunca fue juzgada, pues murió en prisión antes del juicio, su leyenda perdura como un recordatorio escalofriante de que, a veces, los monstruos más terribles tienen un rostro humano.


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