Phineas Gage: El Hombre que Sobrevivió a lo Imposible y Perdió su Identidad
Pocos casos en la historia de la medicina son tan extraños e influyentes como el de Phineas Gage. Su historia, ocurrida a mediados del siglo diecinueve, no solo es un relato de supervivencia extrema, sino que fue la primera evidencia científica de que la personalidad y el «alma» residen en la delicada estructura del cerebro.
El Capataz y la Explosión
En mil ochocientos cuarenta y ocho, Phineas Gage era un joven capataz de la construcción del ferrocarril en Vermont, Estados Unidos. A sus veinticinco años, era la imagen del éxito: eficiente, responsable, amable y muy querido por sus hombres. Era un líder nato.
Parte de su trabajo consistía en volar rocas para abrir paso a las nuevas vías. El procedimiento implicaba perforar la roca, llenar el agujero con pólvora, añadir un detonador, cubrirlo con arena y compactar todo con una pesada barra de hierro.
El trece de septiembre de ese año, Gage cometió un error fatal. Se distrajo un momento y compactó la pólvora directamente con la barra de metal. La fricción generó una chispa.
Un Accidente Inconcebible
La explosión resultante disparó la barra de hierro —de más de un metro de largo, tres centímetros de diámetro y seis kilos de peso— como si fuera una bala de cañón.
La barra entró por la mejilla izquierda de Gage, pasó por detrás de su ojo, atravesó la parte frontal de su cerebro (el lóbulo frontal izquierdo) y salió disparada por la parte superior del cráneo, aterrizando a más de treinta metros de distancia.
Contra todo pronóstico, Phineas Gage no murió. Ni siquiera perdió el conocimiento. Sus hombres lo encontraron sentado y hablando. Cuando el primer médico llegó, Gage supuestamente lo saludó diciendo: «Aquí hay un trabajo para usted, doctor».
La Supervivencia y la Transformación
Tras una convalecencia marcada por infecciones graves que casi le cuestan la vida, Phineas Gage se recuperó físicamente. Volvió a caminar, hablar y recuperó sus habilidades motoras. Sin embargo, sus amigos y familiares notaron que algo estaba terriblemente mal.
El Phineas que conocían se había ido.
El hombre amable, respetuoso y trabajador había desaparecido. En su lugar, había un individuo grosero, impulsivo, impaciente y caprichoso. Era incapaz de planificar a futuro o de acatar las normas sociales más básicas. Su propio médico, John Martyn Harlow, escribió la famosa frase: «Gage ya no es Gage».
El Legado
La barra de hierro había destruido precisamente la parte del cerebro que controla la toma de decisiones, la planificación y la expresión de la personalidad. Phineas Gage fue el primer caso documentado que demostró que una lesión en el lóbulo frontal podía alterar radicalmente quién era una persona, sin afectar a su intelecto general o su memoria.
Incapaz de mantener un trabajo estable, Phineas terminó sus días exhibiéndose en circos y museos junto a la barra de hierro que le había cambiado la vida. Sobrevivió a un accidente que debería haberlo matado, pero en el proceso, se perdió a sí mismo.


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