La Leyenda de la Basa de la Mora: El Espectro que Danza en el Pirineo
En las alturas del Pirineo aragonés, a casi dos mil metros de altitud, existe un lugar donde la majestuosidad de la naturaleza y el eco de la historia se funden en un silencio sobrecogedor. El Ibón de Plan, conocido popularmente como la Basa de la Mora, es un lago de origen glaciar cuyas aguas cristalinas reflejan los picos que lo custodian. Pero más allá de su belleza, este paraje es el escenario de una de las leyendas más trágicas y poéticas de Aragón.
Una Huida Desesperada en la Edad Media
La historia nos traslada a los tiempos convulsos de la Reconquista. Se cuenta que una princesa mora, cuyo nombre se ha perdido en el tiempo, fue sorprendida por una emboscada de las tropas cristianas. Viendo a su séquito caer, no tuvo más opción que huir hacia la seguridad de las montañas, un terreno inhóspito y desconocido para ella.
Impulsada por el pánico, corrió sin descanso monte arriba, con la única esperanza de que la espesura del bosque la ocultara de sus perseguidores. Durante horas, avanzó sin levantar la vista del suelo, agotada y desorientada. El miedo le impedía ver con claridad el camino, y fue esa misma ceguera la que la condujo a su trágico destino.
La Trampa Helada del Ibón
Cuando finalmente el terreno se allanó, la princesa siguió corriendo, sin percatarse de que se estaba adentrando en la orilla de una vasta masa de agua. Para cuando alzó la vista y comprendió dónde estaba, ya era demasiado tarde. Las aguas transparentes y heladas del ibón la rodearon y, exhausta, se hundió en su lecho para siempre. Los imponentes picos de las montañas fueron los únicos testigos de su final.
Desde aquel día, la leyenda transformó el lugar. El alma de la princesa, según cuentan, quedó atrapada en la belleza y la soledad del lago, dando lugar a un fenómeno extraordinario que se repite una vez al año.
El Ritual de la Noche de San Juan
La tradición asegura que, en la víspera de la noche de San Juan, el espíritu de la princesa regresa. Aquellos valientes de corazón puro que ascienden hasta la Basa de la Mora y se lavan el rostro en sus aguas, son recompensados con una visión espectral. Sobre la superficie cristalina del lago, aparece la figura de la princesa danzando, con su cuerpo etéreo cubierto por serpientes. Un baile eterno que mezcla la belleza con la tragedia, un recordatorio perpetuo de la historia que yace en las profundidades.


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